Entre Nos, por Alfredo Ponce //
En memoria del Dr. Jairo y de todos los hermanos trabajadores de la salud que por salvar a un paciente han perdido su propia vida.
Crecimos pensando, que la sociedad mexicana estaba conformada por personas de gran corazón, decían antaño que “un vaso de agua no se le niega a nadie”, pero el mundo cambió y el agua ahora se vende en botellitas, cuesta muy cara y no puedes esperar que alguien le esté regalando el vital liquido a los sedientos. Ya ni hablemos de un taco de frijoles o que alguien se quite la camisa por un buen amigo, como dice don Martín Urieta.
La crisis que estamos viviendo, nos ha descubierto un mundo de sentimientos malignos que nos tienen a muchos estupefactos.
MORDER LA MANO
Juan es un médico joven, acaba de terminar su estudio de especialización en la Unidad de Terapia Intensiva, de uno de los hospitales mas importantes del país, fue afortunado y le dieron trabajo ahí mismo apenas hace un año. Las jornadas del joven médico son extenuantes, no solo en horarios, ya que está trabajando hasta 36 horas continuas por 12 de descanso, sino porque el estrés, de estar enfrentándose a la muerte constantemente, que dependen de un respirador para poder oxigenar su sangre, es algo que la gente no entiende.
Cuando en los años ochenta hice mi entrenamiento en la Unidad de Cuidados Intensivos, un día revisamos un artículo científico interesante con mi gran maestro y mentor el Dr. Carlos Romano Seimandi, la estadística más alta en suicidios, en la profesión médica es para los intensivistas, seguramente por el alto grado de tensión emocional que manejan y las frecuentes frustraciones que viven, ahí no hay espacios para la paciencia, ahí se tiene una enfermera al pie de cada cama, cada segundo, revisando los monitores que expresan los signos vitales de cada ser humano, que se encuentra debatiéndose entre la vida y la muerte.
Juan salió apenas de su guardia, viene con la cara seria, los ojos cansados y la espalda encorvada, a buscar un momento de descanso, pero oh sorpresa, los vecinos del edificio donde vive, contrataron un herrero y alevosamente le pusieron unas barras de acero, para que no pueda ingresar a su propio hogar.
El representante de los condóminos, le deja una carta con el guardián de la puerta, donde le dice que todos en el edificio han votado, para que no ingrese, porque él los va a infectar.
Finalmente, invadido de tristeza y frustración se sube a su auto y regresa al hospital, donde descansará en la residencia médica por unas horas, para seguir ejerciendo lo que es una vocación mas que una profesión y la cual ejerce con toda responsabilidad, incluso, comprando su propia indumentaria para tratar de resguardar su salud.
Mientras tanto, los condóminos, se juntan, todos en un vehículo de esos que tienen 12 asientos, para ir al mercado de la viga a comprar mariscos, porque es vigilia y es menester cumplir con sus preceptos religiosos, ah, ninguno lleva cubre bocas porque dicen que eso no sirve de nada.
¿CUÁNDO CAMBIAMOS?
Ya no se trata de ponerle más agua a los frijoles, porque donde comen dos comen tres, ahora nos hemos ido hasta el otro extremo. Agredir a quienes nos sirven es algo que habla muy mal de nuestros sentimientos como sociedad. Los trabajadores de la salud, son en realidad los símbolos de bondad mas grandes y tenemos que apreciarlos en todo lo que vale. En estos momentos de crisis mundial pareciera que estamos empeñándonos en sacar los mas feo que tenemos en el alma. Mientras que en pueblos como España o Italia, les cantan y aplauden a los médicos y enfermeras, acá se les niega el ingreso a sus casas o al transporte publico e incluso, se les agrede, aventándoles agua o quien sabe que clase de líquidos.
¿ESTA ES LA SOCIEDAD QUE PRESUMIMOS?
Ahora, no hablo del oficio de analista político, que he ejercido desde hace mas de tres décadas, ahora simplemente hablo de la condición humana, que todos en la sociedad tenemos que mostrar ante la epidemia.
Dejemos de aventar culpas a los políticos por un momento, hagamos un viaje dentro de nosotros y veamos si estamos actuando de la manera correcta.
Es un hecho, los trabajadores de la salud están en el frente de batalla y a veces los están mandando a la guerra sin fusil, pero estamos agarrando “el toro por los cuernos” con el único fin de salvarle la vida a los mexicanos. No necesitamos médicos que vengan de otros países para que nos traigan remedios caseros, porque nuestra preparación y vocación esta muy por encima de eso. Somos suficientes, pero nos duele mucho que la sociedad nos pague con el golpe en ambas mejillas.
La amenaza es real, la catástrofe de salud es un fenómeno mundial, dejemos de buscarle tres pies al gato, dejemos de escuchar a los repentinos sabiondos que suben un video diciendo que te curas con tres limones y miel o a los esquizofrénicos que se la pasan hablando de manipulación mundial. Por ahora cooperemos todos para resistir y para que al final de la historia, podamos estar juntos todavía.
Nos encontramos la próxima semana E-Mail: drponce@hotmail.com
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