Por Alfredo Ponce //
Iniciaba la década de los 80, mientras tomábamos un café, la charla era de asuntos médicos, el hombre sereno, de esos intelectuales que parece que siempre están dando cátedra sin pretenderlo, era médico pediatra, había estado involucrado desde muy joven en la política de su patria, siendo diputado a los 24 años, había vivido golpes de estado, fue perseguido político, había estado preso, torturado, exiliado y ahora acariciaba el sueño de ser presidente de su patria que tanto quería.
El país estaba en ruinas, deuda externa disparada, corrupción, crisis de la industria petrolera, que tenía pocos años de haber sido nacionalizada. Parecía tener una visión clara de un panorama, en el que yo, a través de la charla, empezaba a incursionar. Su nombre era Jaime Lusinchi, su país Venezuela, yo había sido designado responsable personal de su atención en la ciudad, que visitaba por primera vez y me quedó grabado un concepto: “el problema en mi país, es que muchos políticos tienen la enfermedad de la adicción al poder, la prioridad para ellos, no es servir a la patria”
TODOS SOMOS EXPERTOS
En nuestro país, parece que todos fueran profundos conocedores de los problemas de una tierra que ni siquiera conocen. Se polarizan las opiniones, como todo lo que pasa en nuestra sociedad. Los que se dicen de izquierda, defienden al tirano, para ellos, el problema es que Estados Unidos les tiene un cerco económico, que no permite la llegada de abastos. Los de derecha, piensan que debe de intervenir alguien, para sacar al mandatario, por el peligro de que avancen los regímenes socialistas.
Pocos hablan del dolor del pueblo. Nuevamente, pareciera que de repente, todos somos especialistas en temas que solo conocemos por los reportes de la prensa. Mientras tanto, las maravillas de la tecnología, por medio de un chat, me hacen recibir el grito de auxilio de Freddy, un cirujano plástico venezolano, que ha salido a la calle, a gritar las injusticias que está sufriendo su querido pueblo y a mi eso sí me deja un panorama claro y transparente. Lo veo en sus videos, lo escucho en sus palabras, lo identifico en sus fotografías llenas de dolor y caos en una región del mundo que es privilegiada por los recursos naturales y que quizá son las mismas riquezas que han sembrado la envidia y el egoísmo, de los que solo quieren ser mas ricos y poderosos todos los días. Venezuela necesita de la voluntad internacional para ayudar al pueblo, no para ver quien es mas poderoso.
TENSIÓN INTERNACIONAL
Las cosas se ven cada vez peor, en Venezuela, la gente sufre, Estados Unidos jala la cuerda para un lado mientras que Rusia y China parecen jalar hacia el lado contrario, por supuesto que no podemos olvidar, los intereses por manejar el petróleo, pero en medio de todos esos jaloneos la gente sigue sin alimentos, los anaqueles están vacíos, las medicinas están escasas, los pacientes siguen sufriendo en camas de hospital que a veces ni electricidad tienen, las esperanzas se cifran en hacer largas caravanas para dejar el terruño y migrar a Brasil o a Perú, o a cualquier lugar y mientras tanto un presidente que dice que todo esta bien, que el problema es un complot de “los güeros” para violar la democracia.
Los poderosos del mundo parecieran que están sacando sus armas para pelearse por un juguete que se quieren disputar y las necesidades de los seres humanos no son considerados. La imagen de unos tanques de guerra, pasando por encima de unos manifestantes, golpean mi mente y me dejan claro que no pueden ser buenos los gobernantes que acribillan a su pueblo de tal manera.
QUE RAZÓN TENÍA DON JAIME
El Pediatra soñador llegó a la presidencia en febrero de 1984, las elecciones democráticas le dieron mas del 50% de los votos, pero no logró cambiar mucho su país, su gobierno también estuvo inmerso en escándalos, entregó la estafeta presidencial a Carlos Andrés Pérez, que ya había sido presidente de la república, después, golpes de estado, elecciones irregulares, escándalos, presidentes heredados y el pueblo sigue sufriendo y los políticos venezolanos, como muchos otros del mundo, poco hacen por sus sufridos pueblos, siguen enfermos de adicción al poder.
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