En la Ciudad de México es muy fácil comer como nómada porque en cualquier lugar uno puede echarse un taco y se sobrevive en buena medida gracias a que han sido invadidos todos sus espacios con comida, señaló el escritor Juan Villoro.
Claro que esa situación, cómoda a todas luces, trae consigo algunos inconvenientes “por ejemplo sufrir lo que se conoce como la ‘venganza de Moctezuma’, que forma parte de nuestro patriotismo pero eso es un riesgo que siempre asumimos todos en este país”, comentó a Notimex.
Villoro explicó que la cultura mexicana depende mucho de la comida. “Nos reunimos siempre con ocasión de los guisos y pertenece a la tradición mexicana que algunas empresas familiares preserven las recetas, las renueven y mantengan viva esa tradición a través de las generaciones».
Entrevistado durante la presentación del libro “El Cardenal, historia de una mesa de familia”, del cual escribió el prólogo, dijo que le parece bueno que celebremos la forma como comemos «porque consecuentemente significa que celebramos la forma en que convivimos.»
“Para los mexicanos la comida es un acto esencial de estar juntos. Cuando era niño las sobremesas eran muy poco interesantes en mi casa. Ahora lo interesante es el tipo de reuniones que uno ha podido hacer junto con una familia ampliada y los amigos que se han acumulado”.
Señaló que las comidas mexicanas compiten con la eternidad, porque duran muchísimo. “Los extranjeros, cada vez que vienen a México, se sorprenden de que la gente pueda estar tanto tiempo junta; creo que esa es una de las grandes características de nuestro país”.
Además la comida es algo que nos mantiene unidos a pesar de las crisis que sufrimos, nos «obliga a utilizar los dedos, a olvidarse eventualmente de los cubiertos y a utilizar la tortilla como cubierto. Rompe la solemnidad y los preceptos normativos, ahí todo mundo se relaja”.
Juan Villoro cree que todos somos iguales cuando tenemos hambre y celebró a los restaurantes que establecen vínculos entre lo público y lo privado. “Son espacios de alta gastronomía pero incluyen guisos callejeros, quesadillas placeras, golosinas de las que se venden en plena calle y tacos de canasta”.
En síntesis, el autor de cuentos y novelas sostuvo que la idea generalizada de lo urbano llega hasta la mesa más lujosa. “Podemos estar en un restaurante de manteles largos, como el que se señala en el libro, pero sin duda tiene que ver con las plazas y los mercados públicos mexicanos”.
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