En la Nochebuena de 1985 dos estudiantes de Veterinaria de 21 años entraron en el Museo de Antropología de Ciudad de México, y como auténticos profesionales, saquearon la sala de los tesoros mayas y se llevaron 140 piezas de la época posclásica. Aún hoy no está claro qué movía a los ladrones. Tampoco eso le ha importado mucho al director Alonso Ruizpalacios, que de esa historia ha sacado los nombres de su segundo largometraje, Museo, la presencia mexicana en la competición oficial de la Berlinale, y que protagoniza Gael García Bernal.
En Museo, Ruizpalacios confirma el talento visual que apuntaba en su debut, Guëros (premio a mejor primera película en la Berlinale de 2014 y premio de la Juventud en el festival de San Sebastián de ese año), con un meticuloso cuidado por contar una historia atractiva mientras mima la forma en cada secuencia. Puede que al público no mexicano se les escapen todas las motivaciones y guiños que rodearon el hurto. Por ejemplo, que ocurriera meses después de un terremoto que devastó Ciudad de México un 19 de septiembre. «Por eso», contaba en rueda de prensa el cineasta, «fue tan exagerada la reacción de las autoridades, que lanzaron la pista de que los culpables habían sido alguna de las bandas de ladrones profesionales que robaban en museos europeos». Habían destrozado el orgullo mexicano, que ya de por sí se lamía las heridas del terremoto. «Es un episodio muy famoso en México por todos esos elementos. Pero para contar una buena historia debes de disfrutar de una libertad. Así que aquí hemos decidido construir nuestra propia aventura. Me interesa mucho la reflexión que había en el guion de pérdida de la juventud, y de la lucha que conlleva la búsqueda de una identidad, tanto si es personal como si es nacional», asegura Ruizpalacios.
Efectivamente, Museo se toma todo tipo de libertades con la historia real, que acabó en 1989 con la detención de uno de los chavales —al que encarna Gael García Bernal— con las piezas en su poder. El filme lleva por otro lado la trama y a sus personajes. «Al principio las familias de los protagonistas reales no quisieron tener nada que ver con la película. Eso nos pareció un obstáculo, y al final devino en regalo porque nos permitió conservar la frescura del libreto». Sí ha mantenido la duda que se esconde en el corazón del robo: ¿por qué lo hicieron? «Lo mejor fue no saber mucho de los auténticos personajes, sobre si eran ladronzuelos o patriotas. Y por ello Museo no responde a la pregunta que le plantea al protagonista su padre: ‘¿Por qué lo hiciste?’. Muchas veces en la vida real no sabemos por qué hacemos lo que hacemos».
Ruizpalacios, los productores y los guionistas han estado cuatro años armando el proyecto, y al final contaron con la colaboración del Museo de Antropología y del Palenque, adonde se desplazan los dos estudiantes. «Las películas, según Truffaut», cuenta el cineasta, «se dividen entre las que reflejan la agonía al hacerlas de su creador o la alegría de rodarlas de su director. Yo pertenezco al segundo grupo. Por eso me interesan tanto las historias de celebración. México es un sitio vasto y complejo, y yo quería honrar eso en el filme. Y de paso, honrar al museo y a la cultura que alberga». También hablar de un tiempo, de unas gentes y de una localidad muy especial, Ciudad Satélite, a una veintena de kilómetros de México D. F. «Se construyó en los años cincuenta, con idea de plasmar el american way of life. Allí estuvo por ejemplo el primer McDonald’s de México, y por eso allí no hay muros ni perros sino espacios abiertos, jardines al estilo estadounidense. Sus habitantes parecen no vivir en México, y les llamamos satelucos. Me parece que estos chicos son la perfecta metáfora de México: extraño, contradictorio, a la búsqueda de algo distinto, con la sombra de EE UU sobrevolando. Ciudad Satélite ya había fracasado en los años ochenta, con sus vecinos atrapados en inmensos atascos para ir al trabajo, y con una arquitectura demasiado marcada por una época». Uno de los guionistas a su vez apuntó otro paralelismo: «El museo de Antropología es igual que Ciudad Satélite: plasman arquitectónicamente la promesa de un México moderno que fracasó».
Fotografía: Dominique
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